TirandO De FáBuLaS

Todo Final Tuvo Un Comienzo...

Capitulo XI "Hola, ¿Quién es?


            El palacio siguió y siguió creciendo. Princesa escondió su título de Tirana, y sonreía y bailaba mucho, un montón. El sol lloraba todos los atardeceres porque se perdía el espectáculo que sólo la luna disfrutaba.
            Cuando llegó el primer mes de los verdes, justo en el momento donde todo florecía, apareció Él. Hada Madrina sólo podía ver la polvareda del camino de tan rápido que trotaba. Era un Príncipe sencillo, que apenas traía joyas consigo. Él era el máximo tesoro, el regalo más brillante de todos.
            No fue cosa fácil que la Princesa sucumbiera, bien recordaba los dolores de los desamores, los sin sabores. Su torre, y la oscuridad…aunque borrosos, hay recuerdos grabados en piedra.
            Príncipe tuvo mucha paciencia. Bailaba cada noche que ella lo hacía para acompasar sus latiros a cada danza real. Quería dejar claro que aquél era su sitio. Aunque en el fondo ya se sabía de memoria el compás, pero eso solo Él lo sabía. 
            Hada los espiaba las noches pares, asombrada de ver sólo uno, aunque separados por aquellos muros. Princesa apenas se dejaba ver, no sabía muy bien si por el miedo escénico o por el deseo de hacerse valer.
            Pero nuestro Príncipe continuó su andanza por el castillo, se ganó cada rincón, cada mota de magia, a nuestra Hada le cambió el ron por el zumo de naranja. Nadie veía más allá de sus buenas intenciones, nadie se dio cuenta de que se conocía cada rincón del reino a pesar de ser un recién llegado.
            Eran muchos los gestos de conquista, las atenciones, las sorpresas…y poco a poco los ojos de Princesa tornaron en un brillo especial. Princesa había abandonado sus durezas, sus vestidos eran mucho más livianos y cada día se atrevía a mirar desde el jardín hacia la ventana de nuestro Príncipe. Notaba sus tierras diferentes, porque ya no sólo eran de ella, eran de los dos.
            Y llegó la noche, aquella noche en la que la luna se había quedado dormida y sólo quedaba la luz de las luciérnagas. Llegó la noche en la que Princesa no cerró la puerta de su alcoba. No sólo no cerró la puerta, sino que entonó una melodía que sólo Él pudo comprender, quien raudo se lanzó a los pasillos para poder encontrarla.
            Sólo fue necesaria una mirada, un roce cuerpo a cuerpo…Tiernamente Príncipe tocó el rostro de nuestra Tirana y limpió la primera lágrima de muchas mientras susurraba…”Mi querida Princesa Tirana…ahora mi trinchera y la tuya, son la misma trinchera”.

Capítulo X "Nuevos segundos comienzos"

Hace mucho, mucho tiempo, se cuenta que una Princesa volvió a su reino vacío tras un largo tiempo desaparecida.

Se cuenta que lo primero que hizo fue buscar su perdida corona, y colocarla sobre su cabeza, aún teniendo el cuerpo completamente desnudo.

Cuentan también que comenzó a bailar al ritmo de una música que nadie escuchaba, solamente sonaba por y para ella. Decían que ni siquiera abría los ojos mientras cambiaba de habitación. Conocía cada esquina, cada baldosa rota...Nada pudo parar la danza de la Princesa.

Una vez terminado el extraño ritual, comentan que entró en juego la magia. Su Hada Madrina utilizó las bolas de polvo, los maderos rotos y la inquieta imaginación de la Princesa para crear. Poco a poco cada espacio se iba llenando de vida. Los recién nacidos iban llenando cada estancia, riendo y bailando sin parar.

Princesa estaba sentada en el suelo, simplemente sonriendo y moviendo rítmicamente su cuerpo en señal de aprobación. icen que un reguero de sudor caía por las sienes de Hada, y que un surco de miedo traspasaba sus ojos claros. Era evidente que Hada estaba asustada, pero nadie sabía de qué. 

En un par de días, cuentan las bocas que el reino estaba en ebullición. Seres de toda calaña se afanaban en dar vida a todo lo que había muerto. Hasta lo cambiaron de nombre, e incluso lograron que muchos, quizá demasiados, olvidaran quién y qué era aquella Princesa.

Tirana se acurruca en su nuevo abrigo de lana y se deja cegar por el tímido sol que parece volver arrepentido.

Dicen que entonces, fue momento de continuar la historia, para poder darle final...Sin tener ninguna prisa para ello.


Capítulo IX "Todo resurge, con o sin cenizas"

Comenzó a llover. Era una lluvia extraña, seca, pegajosa. Princesa se desperezó y contuvo la respiración. Notó su piel manchada y magullada, el pelo caía amargo sobre su cara. Llegó la hora de despertar.

Entonces gritó, gritó como nunca antes lo había hecho, desde bien dentro. El bosque devolvió su eco y se unió al momento. El viento movió las ramas cercanas empujando a Princesa. Un nuevo tiempo llegaba, todo aquél que tuviera alma podría sentirlo.

Nuestra pequeña comenzó a correr por el bosque muerto. Las ramas arañaban su cuerpo y las hojas secas se pegaban sobre su sucia piel. Las heridas, lejos de apaciguarle, hinchaban aún más su furia reencontrada. Aspiraba cada sentimiento olvidado, cada recuerdo liberado. Si, era capaz de sentir, pero nadie dijo nunca que eso fuera algo bueno, al menos para los demás.

Princesa volvía a ser Tirana, y más Tirana que nunca, ciega por todo lo que no veía y con una sola determinación. Todo sería suyo, brillante, sin importar el precio ni las artimañas. Sonrió al pensar que, con su historia, las reinas malas de los cuentos parecerían tiernas e inofensivas.

Se detuvo frente a su querida muralla. Resopló y comenzó el ascenso con rapidez. Nada podría detenerla. Como una lagartija, ni el sudor ni las piedras sueltas suponían un problema. El castillo y Tirana volvían a ser uno.

Sus pies desnudos tocaron el suelo de la torreta y un escalofrío recorrió el cuerpo de Princesa, que rió mientras miraba los rasguños de sus manos. Se sacudió las motas de barro de sus hombros desnudos y comenzó a caminar.


"Hada, querida magia tan mía...¿dónde te ha dejado caer esta vez tu amado ron?"

Hada sintió cómo se tensaban partes de su cuerpo que no sabía que existían. Revoloteó inquieta siguiendo la voz de su Princesa.

Aún diferentes, comenzaba el segundo asalto.

Capítulo VIII "La Tirana que no siempre quiso ser Tirana"

Princesa llegó a la trinchera. Ese claro del bosque no tenía maleza. Todo estaba limpio, todo por lo que había abandonado su gran castillo...En la hoguera aún quedaban brasas rojizas. Todo estaba limpio, pero vacío.
Arrodillada, pasó sus manos por la arena pisoteada. Un extraño que había anidado en su reino. No por mucho tiempo, pero había logrado cuidarlo mucho mejor que ella.
Cansada se dejó caer en el improvisado jergón de paja. Estaba caliente, su esencia continuaba allí. Respiró todo lo hondo que pudo para meterlo dentro de ella, pensó que así nunca la abandonaría. Aunque fuera mentira y ya se hubiera marchado.
Encogió su cuerpecito inerte esperando un abrazo que ya no llegaría. Sonrió para alguien que ya nunca la vería. Gritó pidiendo ayuda cuando ya nadie podía escucharla. Como siempre, nuestra princesa iba cuatro lunas tarde.
Pero de pronto, ocurrió. Princesa comenzó a soñar. Se durmió sintiendo todo lo que se le había escapado. Tras muchas noches perdidas, volvió a soñar.
Estaba en su jardín y las flores tarareaban a su paso. Caminaba sin prisa, y notaba la hierba fresca entre los dedos de sus pies. Podía sentir una suave brisa que hacía ondear sus cabellos. El sol besaba su piel a cada rato. Y ella sonreía.
Su mirada buscaba algo. Sin ansias y angustias, pues sabía que tarde o temprano lo encontraría. Se sentía esperada. Y así era.
Entonces le vio. La devolvía la sonrisa con los ojos...con los ojos! La tomó de la mano y comenzó a caminar a su lado. No forzó, no exigió, sólo la acompañaba en su paseo. Princesa era feliz, sin necesidad de comprender nada.
No sentía peso sobre sus hombros, ni rabia al respirar...Era como no ser ella, siéndolo.
Un sueño absurdo, y corto. demasiado corto.
Tirana vuelve a abrir los ojos, pero no ve nada. El día continua en el reino del eterno invierno. La trinchera está vacía

Capítulo VII "Las apariencias engañan"

Observaba su respiración constantemente. Se mantenía alerta ante cualquier cambio, por imperceptible que fuera. De todos modos ella, al principio, ni siquiera quería respirar.
La tocaba durante horas, cada centímetro de su piel, con la mayor sutileza que conocía. Sin segundas intenciones. Ella, al principio, ni siquiera era consciente de que él estaba allí.
Poco a poco limpió su cuerpo sucio. Los restos del barro y flores muertas fueron desapareciendo. Era una ardua tarea aunque ella, al principio, ni siquiera recordaba que estaba desnuda. 
Él mantenía el calor de la hoguera sin descanso, aún sin dormir y corriendo entre los árboles para coger la leña. A pesar de todo ella, al principio, ni siquiera notaba el aire caliente.
Hasta que se despertó. Él estaba allí, a su lado. Y sonreía, simplemente sonreía. Dejó una pequeña distancia de seguridad. Sabía muy bien todo lo que Princesa había destruido.
Princesa lo miró curiosa y asustada. A pesar de ser ella la que estaba allí, él no se inmutó. No salió corriendo ni la maldijo. Simplemente estaba ahí, sin atacar ni defenderse.


Entonces ella se miró las manos, y vio que tenían un ligero tono rosado. Ya no era gris.


Entonces ella se tocó el corazón, y sintió que había cogido un compás que nunca creyó merecer.


Entonces notó sus lágrimas, que brotaban ansiosas de unos ojos que hacía tiempo se habían abandonado.


Entonces supo todo lo que no quería saber. Supo que las cosas de dos daban color, y que no eran ninguna condena. Supo...y al saber se equivocó.


Entonces se asustó. Miró a su alrededor histérica, pero no vio nada que poder ofrecer. Nada que la hiciera merecer. Se equivocó.


Entonces quiso abrazarlo pero echó a correr. Mientras lo hacía, sintió como el gris volvía a apoderarse de todo. Las ramas de su bosque volvían a arañar su cara. 


Y se dio cuenta entonces, sólo entonces, de que todo lo bonito lo había creado él. Pero ella lo había roto.


Hace frío, cae el otoño, y la Tirana nunca tendrá remedio.

Capítulo VI "El doble juego de la intensidad"

Sus pasos llevaban rato sangrando. En aquél mundo gris, el color de su sangre era lo más hermoso. Princesa no sabe por qué camina, pero tampoco tiene ningún motivo para no hacerlo. No se siente desesperada, ni confusa.

Siente, pero no sabe el qué.

Todo su feo mundo la rodea. Las tierras que pertenecen a su nombre, ahora abandonadas y frías. Porque ella un día lo quiso así.

En su camino graba cada detalle en las retinas. Aún siendo todo suyo, no lo reconoce. Tampoco echa nada en falta. Es curioso, podría reír y llorar a la vez, porque no entiende nada.

Está vacía y llena, caliente y fría, oscura y luminosa. Es todo, y en el mismo momento no es nada. Grita y silencia, todo en una complicada armonía.

Quiere morir mientras respira más profundo que nunca. Quiere olvidar mientras se baña en sus recuerdos. Quiere fingir mientras cada latido es más real que el anterior.

Paranoia de su cordura, terca con su docilidad, minuciosa en su dejadez. Hace rato que perdió su ropa, pero nunca se ha notado tan vestida.

Un grito lo rompe todo. Lo destroza...no deja nada a su paso.

Nuestra Princesa Tirana se ha convertido en intensidad. La pureza de lo bueno y lo malo a la misma vez, en todo su esplendor.

Es sin ser, será sin tener un fue.

Capítulo V "La Cadencia"

Nadie le había enseñado a volar, pero como era una princesa, no tuvo demasiado problema.
No podía ver porque la niebla de su desencanto era demasiado espesa. Pero ella era más consciente que nunca de Ella misma.
Sentía cada poro, cada lunar, cada grieta de la piel. Sentía y no podía parar de hacerlo, cada vez más adentro.
Comprendió entonces que estaba repleta. En cada rincón, una muesca. A pesar de su negación constante todo permanecía allí. En eterna espera.
Encontró sonrisas que pensó que nunca existieron. Se topó con emociones a las que no sabía dar nombre. Todo el Olvido estaba en ella.
Los recuerdos florecían en su piel, las sensaciones...y aquello que era normal...la respiración constante y pausada. Volvía a tener su banda sonora. El corazón, aún doblado y enmohecido, palpitaba en alguna parte.
Todo tan confuso y como siempre tan irritante...tan devastador como hermoso. Princesa estaba renaciendo, o al menos, lo estaba intentando. Vió en sus brazos el polvo, tocó en su pelo la tristeza y olió la soberbia en su propio aroma.
En su descenso tocaba la piedra de la que fue su muralla. Tan tensa y grimosa...Se asustó de su propio cobijo, ahora ajeno y peligroso. Por un momento, olvidó que es por su defensa por quien queda a la intemperie.
En el suelo no queda apenas nada. Es el imperio de su perenne invierno. Al fondo, una pequeña rosa grisácia tiembla antes su presencia. Princesa no ha dejado de ser Princesa, pero percibe lo que un día fue belleza y lo quiere para ella.
Al sostenerla entre sus manos Rosa grita y muere en un instante. Princesa había olvidado su letalidad. Y se rompe, se encoge...No es el muro...¡Es ella!
Comienza el camino en silencio, anda  sabiendo que no hay nada al final que la espere. Su castillo queda atrás, se dejó las llaves colgando en la puerta...
La risa continua desde la trinchera, la hora va llegando...

Muy lenta.