TirandO De FáBuLaS

Todo Final Tuvo Un Comienzo...

Capítulo VII "Las apariencias engañan"

Observaba su respiración constantemente. Se mantenía alerta ante cualquier cambio, por imperceptible que fuera. De todos modos ella, al principio, ni siquiera quería respirar.
La tocaba durante horas, cada centímetro de su piel, con la mayor sutileza que conocía. Sin segundas intenciones. Ella, al principio, ni siquiera era consciente de que él estaba allí.
Poco a poco limpió su cuerpo sucio. Los restos del barro y flores muertas fueron desapareciendo. Era una ardua tarea aunque ella, al principio, ni siquiera recordaba que estaba desnuda. 
Él mantenía el calor de la hoguera sin descanso, aún sin dormir y corriendo entre los árboles para coger la leña. A pesar de todo ella, al principio, ni siquiera notaba el aire caliente.
Hasta que se despertó. Él estaba allí, a su lado. Y sonreía, simplemente sonreía. Dejó una pequeña distancia de seguridad. Sabía muy bien todo lo que Princesa había destruido.
Princesa lo miró curiosa y asustada. A pesar de ser ella la que estaba allí, él no se inmutó. No salió corriendo ni la maldijo. Simplemente estaba ahí, sin atacar ni defenderse.


Entonces ella se miró las manos, y vio que tenían un ligero tono rosado. Ya no era gris.


Entonces ella se tocó el corazón, y sintió que había cogido un compás que nunca creyó merecer.


Entonces notó sus lágrimas, que brotaban ansiosas de unos ojos que hacía tiempo se habían abandonado.


Entonces supo todo lo que no quería saber. Supo que las cosas de dos daban color, y que no eran ninguna condena. Supo...y al saber se equivocó.


Entonces se asustó. Miró a su alrededor histérica, pero no vio nada que poder ofrecer. Nada que la hiciera merecer. Se equivocó.


Entonces quiso abrazarlo pero echó a correr. Mientras lo hacía, sintió como el gris volvía a apoderarse de todo. Las ramas de su bosque volvían a arañar su cara. 


Y se dio cuenta entonces, sólo entonces, de que todo lo bonito lo había creado él. Pero ella lo había roto.


Hace frío, cae el otoño, y la Tirana nunca tendrá remedio.